Este reportaje es parte del Hub de Periodismo de Investigación de la Frontera Norte, un proyecto del International Center for Journalists en alianza con el Border Center for Journalists and Bloggers.
Por: Cristhian Barragán Falla ([email protected])
Al sur de Texas, en el condado de Jim Hogg, Estados Unidos, Javier Martinez y sus dos perros son los encargados de cuidar casi 250 hectáreas con más de 3 mil peyotes que protege para los miembros de la Iglesia Nativa Americana.
A menos de 8 horas, en San Luis Potosí, México, está el Cerro del Quemado, sagrado para los Huicholes, y lugar de peregrinación para recolectar el peyote que protege del tráfico ilegal, Mario Muñoz.
Muñoz es presidente de la Unión Wixarika de Centros Ceremoniales, Jalisco, Durango y Nayarit.
Tanto los Wixárika o Huicholes en México, como los miembros de la Iglesia Nativa Americana (NAC, por siglás en inglés) en Estados Unidos, son los únicos autorizados legalmente para portar y consumir peyote con propósitos ceremoniales en sus países porque ambos lo consideran un sacramento.
Pero los dos advierten que el tráfico ilegal y la creciente disminución de su población, la mantiene en amenaza en estado silvestre.
“Hemos sido testigos de que ha sido objeto de saqueo por personas que no son indígenas. Desconocemos qué organizaciones o grupos sean, pero ya se están acabando el Hikuri (peyote)”, dijo en entrevista para este reportaje, Mario Muñoz, presidente de la Unión.
El consumo de peyote, también conocido como Hikuri para los Wixárika o Lophophora Williamsii para la comunidad científica, ha sido controlado por ambos países al contener mescalina.
Este alcaloide psicodélico está clasificado desde 1970 como sustancia controlada por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) al lado de la heroína, el LSD y el cannabis.
Académicos, distribuidores autorizados de peyote en Texas y organizaciones que protegen el peyote en México y Estados Unidos coinciden que existe un mercado negro o flujo invisible de peyote mexicano a Estados Unidos, Tailandia, Japón y más países de Europa.
Hasta la fecha no existe ninguna sentencia por tráfico, a pesar de su protección por leyes nacionales e internacionales y múltiples denuncias penales presentadas por la Procuraduría Federal para la Protección al Ambiente (Profepa).
La Profepa, entidad encargada de proteger y vigilar el medio ambiente y los recursos naturales del país, de 2015 a 2022 realizó 20 operativos y decomisó 2,877 peyotes.
Por su parte, la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), ha asegurado 28.3 kilos de peyote de 2000 a julio de 2022, según cifras entregadas para este reportaje.
Sin embargo, algunos decomisos no se registran en las cifras oficiales de las autoridades, de acuerdo a una base de datos de reportes de prensa elaborada para este reportaje.
Entre 2015 y 2021 la prensa mexicana ha reportado 17 decomisos de peyote, en 11 estados, pero solo 3 decomisos coinciden con los registros oficiales de la Profepa que se obtuvieron para este reportaje por medio de transparencia.
No se pudo identificar el destino del 80% del peyote decomisado, ni de las personas detenidas.
La Iniciativa Indígena de Conservación del Peyote construyó hace dos años un vivero donde reciben peyotes silvestres del sur de Texas, donde los cultivan y germinan semillas con fines científicos mediante una licencia de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA).
Según organizaciones especializadas como el Centro Internacional de Servicio, Investigación y Educación Etnobotánica, (ICEERS, por siglas en inglés) el peyote puede tardar entre 15 y 20 años en llegar a su madurez.
La mirada del cuidador Javier Martinez, se pierde en el tiempo cuando recuerda que llegó a ese terreno hace 7 años cuando solo era tierra y arbustos y ahora cuentan con un área de germinación de semillas de peyote, el vivero, y una casa de huéspedes.
También es un espacio para que familias de diferentes Estados, miembros de la Iglesia Nativa Americana, peregrinen como lo hacían sus antepasados, y cosechen el peyote que usan para sus ceremonias.
Pero uno de los motivos del declive del peyote en el Sur de Texas es el aumento de las membresías de la Iglesia Nativa Americana, además de la ganadería y la agricultura, de acuerdo a la página web del IPCI.
Actualmente no hay cifras de cuántos miembros de la iglesia existen, pero según datos del Departamento de Seguridad Pública del Estado de Texas, citados en la publicación “Reflexiones sobre la expansión y legalidad del campo peyotero en México”, “se trata de más de 250 organizaciones que congregan alrededor de 650,000 miembros” (2019).
Sin embargo, Miriam Volat, Presidente de IPCI, que concentra algunos de los principales líderes de los capítulos de la Iglesia Nativa Americana, afirmó que pueden ser entre 250,000 y 350,000.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) desde 2009 hasta el 29 de abril de 2022, ha interpuesto denuncias penales contra 41 personas, pero ninguna de las personas denunciadas por la Profepa ha sido sentenciada, de acuerdo a respuestas de solicitudes de información realizadas para este reportaje.
En el Buscador de Sentencias Penales del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), solo hay 4 sentencias por el delito de posesión de peyote entre 2017 y 2020 en Aguascalientes, un estado donde la Profepa no interpuso ninguna denuncia penal.
Estas sentencias se llevaron mediante procedimiento abreviado y aunque el Código Penal Federal en México, en su artículo 195 bis, menciona que la pena mínima por posesión de peyote es de 4 años, todos salieron en libertad bajo fianza, por tener penas menores a 3 años.
En los últimos 7 años la Profepa ha puesto a disposición 21 personas al ministerio público.
Y según datos de la Fiscalía General de la República, entre 2017 y 2022 solo se iniciaron 7 investigaciones por posesión y transporte de narcóticos y ningún extranjero ha sido detenido por estos delitos.
La Profepa ni la Semarnat respondieron a múltiples solicitudes de entrevista.
Según Nájera, “en muchos casos las personas detenidas pueden decir que tenían peyote por coleccionismo, pasando de ser delito a una falta administrativa, por eso no hay personas encarceladas y esta es una zona gris”.
El Código Penal Federal castiga la posesión de peyote y solo están exentas las comunidades indígenas como los wixarika o huicholes, coras y rarámuri o tarahumaras solo para uso ceremonial, aunque el artículo 198 sí se castiga su cultivo.
También el tráfico de flora y fauna silvestres es un delito que se castiga de uno a nueve años de prisión según el artículo 420, y se agrava si se trafica desde un área protegida por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
Sin embargo, a la fecha, no existe ninguna sentencia por tráfico ni cultivo de peyote.
Para Mario Muñoz, quien representa los centros ceremoniales, “los jueces y los ministerios públicos no conocen la importancia que tiene la planta, ni nuestras costumbres y tradiciones”.
Desde el 2010, el peyote está listado como especie sujeto a protección especial por la Norma Oficial Mexicana 059 de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), debido a su creciente demanda y tráfico ilegal.
A nivel internacional el peyote hace parte de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, como una especie vulnerable y está protegida contra la sobreexplotación a través del comercio internacional, (CITES).
Para Pedro Nájera, activista mexicano por la protección del peyote, uno de los problemas que facilita su tráfico es que los policías no están capacitados para diferenciar los cactus.
Javier Martinez, originario de Chiapas, además de ser el encargado de recibir a las familias de Nativos Americanos en el predio de Texas y cuidar los peyotes, es el responsable de generar lazos entre los Wixárikas y los Nativos Americanos, por medio del proyecto IPCI, en búsqueda de la conservación del peyote y el intercambio cultural.
Dijo entusiasmado que le ha dedicado gran parte de su vida al peyote, desde que se graduó de Agroecología y realizó una Maestría en antropología social.
Históricamente ha existido una relación cercana entre algunos miembros de la Iglesia Nativa Americana y el peyote mexicano, especialmente porque gran parte se encuentra en México.
Según Freddy Arévalo Cohaila, líder de la Iglesia Nativa Americana Pachamama, quien encabezó en 2012 la solicitud de registro de la NAC en México para constituirse como asociación religiosa, “los miembros de la NAC tienen el derecho para caminar a celebrar los rituales del peyote en Canadá, Estados Unidos y México”.
La solicitud de miembros de la NAC para consumir peyote fue rechazada por la Dirección de Registro de Asociaciones Religiosas y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, según el amparo de revisión 374/2020.
Entre varias razones, destacan que el quejoso “no se auto-identificó como indígena, sino sólo que deseaba autorización para el referido consumo, con determinados fines, sin precisar a qué comunidad indígena o tribal pertenecía”.
Arévalo Cohaila dijo que en México podrían ser más de 10 mil miembros de la NAC.
“Persistiremos en esta lucha de que el peyote tenga el reconocimiento legal en México como se tiene en Estados Unidos”, dijo Arevalo.
De acuerdo a una búsqueda en la base de datos de comercio del CITES, entre 1981 y 1983 ya se exportaba de México a Estados Unidos 13,089 plantas vivas de peyote con propósito comercial.
Según el presidente de la Unión de Centros Ceremoniales, Mario Muñoz, el tráfico existe desde hace más de 40 años.
“Le dan un mal uso a la planta sagrada, porque según ellos es alucinógeno”, dijo Muñoz.
En Texas se concentra el mercado más importante de consumo de peyote, pues es el único Estado donde los feligreses de la NAC pueden comprar legalmente peyote.
En 2018 sólo existían 5 personas con licencia de la DEA para vender peyote. En total tres distribuidores ubicados en Rio Grande City y dos en Mirando City.
Según Steve Van Heiden, Presidente de la Iniciativa para la Conservación del Cactus (CCI, por siglas en inglés), “hay un flujo invisible de peyote, porque el que se recolecta de manera legal en el Sur de Texas, según cifras de las autoridades, sería muy inferior a lo que podría consumir los miembros de la NAC”.
Van Heiden se cuestionó con preocupación: “Entonces está el interrogante de dónde viene el resto de peyote si la demanda de la NAC es mucho mayor”.
Uno de los cinco distribuidores legales de peyote, conocidos como peyoteros, ubicado en Rio Grande City, Texas y quien prefirió reservar su nombre, dijo en entrevista, “no quiero que se acabe, es importante para los nativos y es un negocio para mí también, entonces por eso le cortamos solo la cabeza y dejamos la raíz para que se vuelvan a reproducir”.
Volat, líder de la IPCI, aseguró que “lo que ha aumentado la explotación del peyote se debe a los peyoteros rentan terrenos por dos o tres semanas, contratan recolectores y por el calor del desierto, solo usan palas y sacan las plantas lo más rápido que pueden, por lo que no hacen una apropiada cosecha”.
Aunque no existen cifras públicas del consumo de peyote de los miembros de la NAC, investigadores como Van Heiden opinan que puede rondar entre 5 y 10 millones de botones al año, pero el activista mexicano Pedro Nájera calcula que podrían ser hasta 156 millones de botones anuales.
Ambos coinciden en que es mucho más de la cantidad de consumo que reportan la DEA y el Departamento de Seguridad Pública de Texas, que en 2016 fue de 867 mil 674 cabezas de peyote.
De acuerdo a la cifra más reciente del DPS de Texas, el valor promedio por peyote en 2016 era 0.38 centavos de dólares, por lo que el mercado negro, de acuerdo a las cifras de los investigadores, podría estar avaluado entre 4.7 y 59 millones de dólares al año.
Sin embargo, para Mario Muñoz, líder Wixárika, el peyote no tiene precio porque “si se acaba el peyote, se acaba la cultura, nuestras costumbres, porque de ahí es donde nace, por eso se hace necesario cuidar la planta y reforestar wirikuta, no nos queda de otra, porque si no lo prevenimos, se va a acabar”
Volat consideró que aunque el consumo de peyote por parte de los Nativos Americanos puede ser mayor a la cifras de venta de peyote legal reportadas por la DEA, no superaría los 4 millones de peyotes al año.
“Reconocemos que existe un tráfico de peyote, pero consideramos que es vendido principalmente a hippies y personas en general”, dijo Volat, líder de la IPCI.
Además aseguró respecto al peyote que se compra legalmente que “no hay forma de saber si viene de tráfico. Entonces estamos educando a los nativos Americanos para que no compren medicina si no hay una garantía de cosecha adecuada por parte de los peyoteros”.
El distribuidor de peyote de Rio Grande City, reconoció que hay robo de peyote.
“He visto a varios que se meten a terrenos a robar peyote, porque tienen que ganarse su vida y lo venden. Y los nativos, que lo único que quieren es su medicina, se los compran”.
Sin embargo Volat afirmó, “estoy segura que los peyoteros están probablemente comprando algo de medicina de México, porque ellos lo hacen por dinero y ese es uno de los problemas”.
Pedro Nájera, integrante del colectivo Hablemos del Híkuri, busca concientizar sobre el uso y el abuso del peyote a Wixarikas y sociedad en general.
“Solicitamos a la Semarnat que de acuerdo a la revisión periódica de la NOM-059, cambien el estatus del peyote de Protección especial, a en Peligro de Extinción, presentando evidencia de la disminución drástica de su población que la ha puesto en riesgo”, dijo Nájera.
“La Profepa debería capacitarlos al menos en cuáles son las especies que se trafican, pero no hay un manual de procedimiento, y la entidad tiene poco personal para investigar”, dijo el activista.
Mario Muñoz, líder de los centros ceremoniales, enfatizó que “el gobierno debe intervenir para defender lo que es nuestro, porque finalmente es un orgullo de una cultura viva, que todavía se conserva”.